Cuenta la leyenda que en un árbol
se encontraba encaramado un indiecito guaraní,
que sobresaltado por un grito de su madre
perdió apoyo, y cayendo se murió.
Y que entre los brazos maternales
por extraño sortilegio en chogüí se convirtió.
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí,
cantando está, mirando allá,
llorando y volando se alejó.
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí,
que lindo va, que lindo es
perdiéndose en cielo guaraní.
Y desde aquel día se recuerda al indiecito
cuando se oye como un eco a lo chogüí,
ese canto alegre y bullanguero
del gracioso naranjero que repica en su cantar.
Salta y picotea las naranjas
que es su fruta preferida, repitiendo sin cesar.
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí,
cantando está, mirando allá,
llorando y volando se alejó.
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí,
que lindo va, que lindo es
perdiéndose en cielo guaraní.
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